viernes, 5 de agosto de 2011

Un momento de descanso

   Por primera vez en mi vida he renunciado a ser íntegro. Pero, ojo, no me malinterpretes: soy muy consciente de que renunciar a ser íntegro es un paso más en el ascético viaje hacia la perfección. ¿Por qué tengo que renunciar yo a la felicidad de los simples? Estoy harto de crearme problemas sólo para poder solucionarlos. Quiero una felicidad más elemental. ¿Quién soy yo para rechazar la mediocridad ¿Por qué he de mantenerme firme como un faro de honradez en este mar de vileza? Reclamo mi derecho a relajarme, a descansar, a no esperar nada de mí. ¿Sabes la felicidad que da eso, Antonio; no esperar nada de uno mismo? Esta era la última oportunidad que yo tenía de ser un hombre débil, de levantar mi dicha sobre una pequeña renuncia, sobre una pequeña claudicación de orden moral. Era mi última oportunidad, y no la he desaprovechado. Mi felicidad es la felicidad del hombre descansado y exhausto, la felicidad del atleta que tras un esfuerzo sobrehumano, relaja por fin los músculos. Necesitaba esta pequeña transgresión, esta pequeña traición a mis principios. Yo también tengo derecho a envilecerme y a chapotear feliz en la ciénaga. Por favor, Antonio, bendíceme; déjame por una vez ser indulgente conmigo mismo.
Y dicho esto, se inclinó hacia mí, me pellizcó los mofletes y me dio un sonoro beso en los labios.
-Soy feliz, Antonio -me dijo, y se perdió entre los invitados.

Quien así habla es Arturo Cifuentes y acaba de venderse por una cátedra de Literatura Española en la universidad de Madrid. Virgilio Desmoines, el rector, es un sátrapa corrupto, que hace y deshace a su antojo dentro de la universidad. Y su padre, Augusto Desmoines y antecesor en el cargo, otro que tal.
La verdad sobre los Desmoines la ha descubierto Cifuentes, que pide la ayuda de su amigo Antonio Orejudo para escribir el libro que denuncie todas la infamias cometidas desde hace mucho por los Desmoines.
El libro, con rebajita incluida, lo compré en la librería Oletum de Valladolid, adonde he llegado tres años más tarde de lo debido:




La librería es preciosa y los dueños de ella, Carlos y Estrella (la de la foto), son unos tipos encantadores. Nos contaron con detalle la historia de Oletvm. Por allí han pasado los escritores más importantes de este país y tienen todos los premios que se pueden otorgar a las librerías.
El caso es que compré allí el libro de Orejudo, Un momento de descanso, que he leído en menos de un día, descojonado en el sofá, llorando de la risa, sin un momento de descanso, en la buhardilla de mi casa de Prellezo.
¿Que no es para tanto? Escucha esto.
En un momento de la novela, el narrador se queda a solas con la bibliotecaria de la Biblioteca Nacional. Han bajado a la cámara donde se encuentra la urna que encierra el manuscrito del Poema de Mio Cid. Pero la Araña, que así se apoda la chiquilla, tiene otras intenciones más deshonestas que la de contemplar el famoso cantar de gesta:

Yo entonces era bastante tímido y el corazón se me desbocó ante la posibilidad de perder allí mi preciada virginidad. Intenté recordar si me había duchado aquella mañana y si llevaba calzoncillos limpios. Pero a la Araña no parecía importarle ni lo uno ni lo otro a juzgar por el entusiasmo con que se entregó al sexo oral. Yo seguía hojeando el Mio Cid como si tal cosa. Por un lado trataba de aparentar indiferencia y por otro intentaba concentrarme en Per Abbat para no terminar demasiado rápido. Entre eso y entre que el sitio era incomodísimo, el resultado fue desastroso. No sé qué hicimos, no sé cómo nos pusimos, pero el caso es que sin querer y por no derramar en ella, derramé sobre el manuscrito. Sí, sobre el códice del Mio Cid, concretamente en la parte que decía:

Alegre es doña Ximena e sus fijas amas
e todas las otras dueñas que´s tienen por casadas.


La novela contiene, pues, buenas dosis de humor, pero también tiene momentos de novela negra, y sobre todo, es una novela crítica con el estado de podredumbre, de mediocridad, de miseria moral e intelectual que arrastra como un pesado fardo la universidad española:

Colgó un vídeo, filmado con cámara oculta, donde se veía dar clase a Virgilio, parapetado tras la mesa del profesor, y leyendo en voz alta unos papeles:
-Miguel de Cervantes Saavedra, entre paréntesis: mil quinientos cuarenta y siete, guión, mil seiscientos dieciséis, cierra paréntesis; nació en Alcalá de Henares, coma, ciudad universitaria cercana a Madrid, punto y seguido. Su fecundidad literaria, coma, su profundo don de observación, coma, su hondo concepto de la vida y la riqueza de sus descripciones hacen de su obra una joya de la literatura de todos los tiempos y de todos los pueblos, punto y seguido.
-¿Puede repetir?
-¿Desde dónde?
-Desde joya.
-Una joya de la literatura de todos los tiempos y de todos los pueblos, punto y seguido. ¿Está?
-Sí.
Y ahí el vídeo se cortaba.


¿Te parece muy exagerado? ¿Crees que se trata de una caricatura de muchos profesores de universidad? ¿El Orejudo este es muy hiperbólico? ¿Sí? Entonces es que no has estudiado Filología Hispánica por la universidad de Sevilla. 
Porque ahí estaban o siguen estando Enrique Baltanás, que se pasaba la clase entera leyéndonos La Dorotea, de Lope de Vega, como si fuéramos párvulos. O Esteban Torre, que en lugar de dar clase exhibía su soberbia y su desprecio por todo el mundo mediante pullas a sus colegas y humillaciones a sus alumnos. O el Camacho, que llevaba años explicando erróneamente un libro porque siempre leía "cómicos de la lengua" cuando en verdad ponía "cómicos de la legua". O Mercedes Cobos, que llegaba tarde diez minutos y perdía cuarenta en explicar el motivo de su tardanza. O el Troyano, que profundizaba en su análisis de La Gaviota preguntándonos con qué personajes nos identificábamos. O Mercedes de los Reyes Peña, que nos enseñaba matemáticas con los años de destierro que había sufrido Lope tras el libelo a Elena Osorio. 
Puedo seguir, pero creo que no es necesario.
Afortunadamente también estaban Manuel Ariza, Rafael Cano, Marta Palenque. Profesores preocupados por impartir buenas clases. Comprometidos con la docencia. 
Gente que aún no se ha dado ni un momento de descanso.

2 comentarios:

  1. Hola Víctor! Jo, da ganas de hacerse una ruta por las librerías de España que comentas. Y en cuanto al libro... me lo apunto! Tiene muy buena pinta para una tarde de verano. Un abrazo muy fuerte!

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  2. Hola, Virginia! Qué bueno verte por aquí. Pues ya sabes, métete una tarde en Literanta, husmea por entre las pilas de libros y húndete luego en uno de aquellos silloncitos negros. Date un momento de descanso.
    Con un vinito de esos que ponen en las rutas martianas, of course.
    Un besazo.

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