martes, 9 de agosto de 2011

El mal sagrado

    En Prellezo la luz se despereza con los primeros mugidos de las vacas. Se retuerce y estalla por las traseras del cielo y luego se tumba en las copas de los árboles, de unos árboles altísimos cuyo nombre desconozco y que a lo mejor son abetos o eucaliptus o tejos. Los primeros rayos del sol traen una luz como de cuajado huevo frito. La moneda del sol no sirve para nada y tiene mucho de limosna. Quienes hemos sufrido mucho, sólo podemos recibirla, casi, como una humillación, como un triste óbolo, como un oro tardío. Pronto amanecerán los perros y las gallinas y por los acantilados subirá, tan callando, la espiga de un nuevo día. El campo no me entristece, como otras veces, sin duda porque yo estoy menos triste que de costumbre. O estoy, digamos, con la tristeza aplazada. El cielo va desplegando su azul, de un azul casi incoloro, juanramoniano, y por mis ojos cansados empieza a despeñarse el sueño. No vuelvo del sueño, sino de la muerte. Me despierto, por las mañanas, como si viniera mucho más lejos que el sueño. Un sueño de ocho horas. Me despierto roto, cansado, dolorido y asustado como si viniera de una larga muerte. Sólo cuando enciendo la lámpara y miro el reloj empiezo a estar medianamente seguro de que no me he despertado en un cementerio. Por el balcón no se cuela el clásico cierzo ni el lírico ábrego sino un inocente frío de cagarse en dios. Así que me envuelvo en mi frazada a cuadros, en mi café con leche y en el periódico digital donde se habla de primas de riesgo, de índices bursátiles, de fondos europeos de estabilidad financiera. Han vuelto a quebrar la vida general, pero uno siente, como un dolor local y particular, dentro del dolor grande de cabeza o alma, que han quebrado también nuestra pequeña biografía cotidiana. Sabe uno lo que pasa, lo que quieren, lo que le ocurre a la Historia, pero no se sabe lo que le ocurre a uno mismo. No sé qué hacer con mi vida. ¿Escribir, pasear, buscar más información, unirme a los que se unen, reunirse con los que se reúnen? Después, y antes de que atronen las calles con sus gritos el panadero, el pescadero y el mielero, me asomo a los interiores lluviosos de un hombre desvalido, frío, triste, enfermo, amortajado en vida por los últimos ecos de una soledad animal. Solo. Desesperadamente solo. Paseo en la mañana gris y verde por este barrio madrileño que es mi barrio, tan querido ya, tan triste, donde me nació y me murió un hijo, el hijo, única mano que he tocado, que me ha tocado de verdad en el mundo. El hombre, el escritor, ha escrito más de cien libros y tantos artículos como olas arrastra el Cantábrico . Pero nunca -tanto que jamás ha reeditado el libro- ha sido tan íntimo, tan desnudo, tan descarnadamente confesional como en este Diario de un escritor burgués
    Decidido que la vida es una mierda, la única salida medianamente decente sería el suicidio. La vergüenza de no suicidarme es la humillación bajo la cual vivo. Una vida entre la autohumillación y la mierda. Este hombre vanidoso hasta el insulto y neurótico, este escritor de rosas y látigos, de crímenes y baladas, fue parido con vergüenza y en secreto y entregado para su crianza a una nodriza de senos sarmentosos para que el estigma de su bastardía no llenara de oprobio el nombre de una familia de viejos castellanos. El hombre, el escritor, ha publicado en todos los periódicos, ha escrito todos los libros, ha ganado todos los premios, ha tenido éxito, mujeres, fama, pero la separación brutal de su madre y de su padre al nacer y la muerte lenta luego de su hijo con cinco años le secaron por dentro para siempre. No es la soledad del hombre, de la humanidad, lo que experimento, sino mi soledad personal de hombre que siempre ha estado solo, separado de los demás por landas de silencio, de miedo, de rencor, de vacío, de dolor, de odio, de desprecio. Sólo un ser, sólo el hijo, durante unos breves y rubios años, me llevó de la mano al reino de lo unánime, a la aceptación del mundo. Después volvió a dejarme solo, insoportablemente solo, ya, y dialogo con él mientras voy y vengo por mi día solo. De repente, a mediodía, el paisaje pierde brillo, unas nubes negras pugnan por el cielo y la luz se atasca por los últimos barrancos de la mañana. Tiembla un gato cojo que veo desde el balcón, ladran algunas sombras, ya se huele la cellisca y yo me refugio en las páginas del Diario, preguntándome cómo el dolor de una persona, transmudado sabiamente en palabras, puede provocar tanto gozo en otra. Escribir en la intimidad, con la noche fuera, furiosa, y unos gatos cerca. No creo que ni en Amsterdam ni en el universo haya mayores fórmulas de felicidad. 

8 comentarios:

  1. "o estoy, digamos, con la tristeza aplazada". Esta puta frase vale más que miles de libros y explica la naturaleza del hombre más que toda la "Historia de la filosofía occidental (ed. Anaya, 2 ed.)

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  2. Amigo Jesús, las frases de Umbral son certeras como los ganchos de Carpentier (el boxeador, no el escritor). Su Diario de un escritor burgués es de lo mejor que se ha escrito en la literatura española del XX (y del XXI).
    Muy recomendable, aunque él siempre haya criticado la novela bien estructurada tipo Ana Karenina.
    UN saludo.
    ¿Subes al final a Cantabria?

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  3. Imposible, sin nada en los bolsillos. El "Diario" me lo leeré en breve; si no, "Las Ninfas".

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  4. Qué bien escribes Víctor, qué envidia (sana) me das, son tan evocadoras tus palabras... Un beso muy grande!

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  5. Me sonrojas, Virginia, con tus palabras exageradas, y te equivocas, encanto, el que tiene que darte envidia, sana o malsana, es Umbral, el maestro, que ha sido mi debilidad, mi fuente de energía, mi obsesión, mi veneno y mi refugio, tanto que hace mucho que estoy umbralítico, y ya no puedo andar por otras literaturas.
    Besos bloguenáuticos.

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  6. Pues si es como dices, dedicaré mis próximos tiempos de lectura a tan afamado escritor ya que, siendo honesta, apenas he tenido oportunidad de leer sus obras. En cualquier caso, sea o no sea por dicha fuente de inspiración, me encanta como escribes. Hasta pronto!

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  7. Te dejo con las obras más importantes, a mi parecer, de Umbral:

    -Trilogía de Madrid
    -Mortal y rosa
    -Las ninfas
    - Diario de un escritor burgués
    - La noche que llegué al café Gijón

    Apunto estos libros porque Umbral tiene mucho libro circunstancial
    y prescindible.
    Gracias por tus palabras. Espero que disfrutes con sus libros.
    Tú, y no la Tramontana, deberías ser declarada patrimonio de la Humanidad.
    Un besazo!

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  8. Ay Víctor, si es que con soles como tú por allí... cómo no va a hacer tanto calor en Andalucía!!

    Si tenías pensado comprar acciones de Literanta, esta es tu última oportunidad de comprarlas baratas, porque a partir de mañana van a subir como la espuma! Me apunto tus recomendaciones y ya te iré contando. Muchos besos!

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