martes, 25 de enero de 2011

Un brindis por el grupo "In albis teatro"

   Me hicieron pasar un buen rato con Las nubes. Reí con grandes carcajadas en Las aves. Me estremecieron las caras llenas de pánico de las doncellas tebanas preludiando la inevitable guerra y el mortífero y brutal combate entre Eteocles y Polinices en Los siete contra Tebas. Con Anfitrion me revolví de placer en la butaca, deseando que la representación no acabara nunca. Y llegaron a lo más alto (Primer premio nacional del concurso de teatro grecolatino).
   Hace dos sábados lo volvieron a hacer. El grupo de teatro "In albis" estrenaba Las Bacantes de Eurípides. En un teatro abarrotado de gente, (y quiero matizar esto, gente joven), crearon en el público ese sentimiento tan díficil por escurridizo y tan impagable por placentero como es la emoción. Porque uno sentía exactamente lo que dice el diccionario de la RAE sobre la emoción (del lat. emotĭo, -ōnis): alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.

   Vaya por delante que no entiendo de teatro.Vaya por delante que apenas he leído a los clásicos grecolatinos. Pero se agradece que un grupo de alumnos entre catorce y dieciocho años te conmocionen, te alteren el ánimo y te hagan salir del teatro de forma muy distinta a como entraste. Desde el principio las palabras de Dioniso (Javier Luque) y del coro de bacantes dejan muy claro que aquello es una obra seria, trabajada, sentida. Los chavales salen al escenario con una fuerza increíble, con una concentración enorme, creyéndose a muerte todo lo que dicen. Están tan metidos en su papel que el contagio no tarda en llegar. Pronto olvidas que estás en el teatro Oriente de Morón de la Frontera y las palabras duras y los gestos adustos de Pedro o Marcos enseguida son las del mismísimo Penteo, joven rey de Tebas o del adivino Tiresias. Ayudan a la creación de esta atmósfera necesaria los timbales que percuten sobre el ánimo del espectador y el juego de luces de rojos y negros que anuncian la tragedia. Todos los elementos están sabiamente utilizados, reforzando el inminente y fatal desenlace. Porque Penteo se ha opuesto a la celebración en Tebas del dios Dioniso y ha de pagar por ello. Baco, tras escapar de la cárcel, engaña a Penteo y lo conduce hasta el monte Citerón para contemplar las bacanales. Pero las ménades deliran y será la propia Ágave, madre de Penteo, quien inicie sin saberlo el despedazamiento de su hijo. La escena  de la omofagia alcanza el clímax de la obra. El autor consigue resolver esta situación con una elegancia que, al mismo tiempo, no resta un ápice de crueldad al momento. Luego, cuando Ágave recobra el juicio y descubre su crimen (acaso el peor de los crímenes posibles) inicia un llanto que espanta y sobrecoge.

   La culpa de que el grupo sea tan bueno la tiene Pepe Luque, un tipo singular, apasionado, carismático, entregado, valiente, obstinado, inconformista, que dirige al grupo desde hace años con seriedad y orgullo, incansablemente, porque cree en lo que hace y hace lo que cree. Ignoro si nació del muslo de un dios, pero posee el magnetismo que desprende Dioniso y su coro de Bacantes lo conformamos muchos más de los que estaban encima del escenario el otro día. 

   A la salida del teatro yo me fui a un bar cercano, a beber vino con unos amigos y a brindar por el grupo "In albis teatro", deseándole larga vida. Y, sabes qué, la copa me supo a ambrosía. ¡Evohé, evohé!




P.D. El próximo viernes 28 montan de nuevo Anfitrión en el teatro Oriente de Morón. ¿Te lo vas a  perder?


2 comentarios: