jueves, 14 de julio de 2011

Todas las familias con siroco se parecen

Mataconejos, gitano, qué agallas tiene la Karenina, su marido anda con su poquito de siroco, porque ella está extorsionando al Vronski, quiero decir que le da mancuerda, aunque a mí me da que en una de estas le suelta el epílogo al joven conde, pese a que de momento están ya, como quien dice, en Fuentes. Pero me gusta la karenina, los tiene bien puestos, mira el jicarazo que le suelta al marido dentro del landó, apenas comenzada la novela, allá por la página 200:

-No se equivoca usted -dijo lentamente Ana, mirando con zozobra el impasible rostro de su marido-. No, no se equivoca. Estaba y estoy desesperada. Le escucho a usted cuando habla, pero estoy pensando en él. Le amo, soy su amante. No puedo soportarle a usted. Le odio, le aborrezco. Haga conmigo lo que quiera.

¿Te imaginas a la remilgada de la Regenta hablando así? ¿No, verdad? ¿Y a la boba de la Bovary?
Mata, amor, la Karenina no se anda con rodeos, no se ve con chicos, no pasea por las playas, no les regala caretas.
Yo he llegado ya a la tercera parte, cuando Kitty se está curando el siroco en el balneario alemán. ¿Por dónde vas tú? ¿Has conocido ya a Varenka? Por cierto, ¿no se parece un poquito a Anita Hall? Y Petrov, ¿no te recuerda al anciano del quinto que a duras penas puede caminar?  Y la peluquera del primero, ¿acaso no es la viva imagen de Ana Paulovna? Mataconejos, Lopillo, por qué playas paseas tu Karenina, a qué puertos canarios apuntan sus pugnaces pechos, seguro que la Vinchuca se la ha llevado a San Petersburgo, yo, sin embargo, no la saco del piso, solo de vez en cuando la siento en las colombianas, mientras miro pasar el tráfico que no hay y la luz que se demora en los naranjos.
Volví a ver a la bicha, ya lo sabes, mientras los Scherbazki volvían a su tierra y Levin se afanaba en su ganado. La bicha se transformó por un día en la ninfa tercera de Garcilaso, porque nos sobormujamos en su piscina, que tenía también algo de balneario alemán curativo, por cierto.
Y poco más que contarte, salvo que ya estoy definitivamente de vacaciones, que he pinchado tu bici nueva, que Don Lomito sombrea a su torda en Órgiva, y que uno epiloga o bebe cerveza o coachea o desnuda por las tardes a la karenina para no morirse de hastío, hasta que tú vengas, campeona, y nos vayamos a lo de Regina con las niñas y a lo de Borges y a lo de Nacho Vegas, que toca por el norte en agosto, por si no lo sabías, príncipe del tomate, Esteban Arkadievich del políngano.

3 comentarios:

  1. ¡Menuda traición! No me puedo creer lo que dices de Emma (de hecho no me creo lo que te leo en general). He estado destripándote, en una carta manuscrita, el final del final de la rusa para que fueras consciente de que las grandes pasiones se viven igual en cualquier lugar de Europa (incluso en épocas en las que no existía la UE). Pero, ya ves, me monté en el landó e hice pedazos la notita. Soy bondadosa pese a esos apelativos arrastrados que pueden llevar a confusión a los que no me conocen (ya sabes). Además me conmueve el pobre León (me refiero a Tolstói, claro) Así es como pierdo yo los papeles, lanzándolos a trocitos por la ventana del carruaje.
    Pobre Emma, pobre, pobre... estará tan compungida...

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  2. Petersburgo es más de Dostoievski que de Tolstói, que de cualquier otro ruso (de los de antes y de los de ahora).

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