domingo, 15 de mayo de 2011

Negras contra blancas (o Vila-Matas versus Cercas)

   Aprender a jugar al ajedrez me costó un pastón. Pero no pienses que me apunté a algún club ajedrecístico o que invertí mis ahorros de toda una vida (algo menos de 20 euros) en la adquisición de libros sobre la materia. Tampoco soy de los que se masturban el cerebro intentando resolver el cuadrito sobre "Ajedrez" que traen los periódicos.
La cosa fue más dura. Aunque también más divertida.
¡Aprendí a jugar al ajedrez a base de botellas de sidra y albariño! ¿A que mola más?
Al final de cada etapa del camino de Santiago, Alberto y yo nos buscábamos un bar y pedíamos una botella de sidra, si estábamos en Asturias, o una de Albariño, si Galicia, y nos poníamos a jugar al ajedrez.
Por supuesto, pagaba el que perdía.
Por supuesto, siempre pagaba yo.
Como este sistema me llevaba inevitablemente a la ruina y a la cirrosis, decidí comprar unas tacitas para el café y sustituir el alcohólico castigo: ahora quien pierde limpia las tazas y, ya de camino, todos los cacharros de la cocina.
Mira qué monas son nuestras tacitas para el café de la tarde y el ajedrez:



La taza de Alberto es la del escritor Enrique Vila-Matas y la de Javier Cercas es la mía.
Alberto juega con las negras porque dizque la literatura de Vila-Matas está más cercana a la noche, la bohemia, lo oscuro, lo maudit.
Yo juego con las blancas porque las novelas de Javier Cercas son más limpias, más claras, más ordenadas.
La novela-ensayo-biografía París no se acaba nunca cuenta los días de Vila-Matas como joven escritor bohemio en el París de los años setenta. En ella, las buhardillas, las chambres, los clochards y todo ese paisaje y esa fauna ya tan literaturizados se mezclan con las figuras de Margarite Duras, Rimbaud, Modigliani, Henry Miller, gente así, gente con una vida más desordenada, gente con una vida más apegada al negro. Por eso Alberto siempre elige las negras.
Y como la literatura de Vila-Matas tiene mucho de metaliteraria, Alberto ha adoptado ese estilo cuando mueve las piezas sobre el tablero. "Voy a mover este caballo y después subir este peón para acorralar así a tu reina", pronuncia mientras bebe de su taza Vila-Matas. Claro que no hay que hacerle mucho caso, como tampoco hay que hacerlo a todo lo que cuenta Vila-Matas en sus obras.
Mi juego es más clásico y suelo organizar las partidas en planteamiento, nudo y desenlace, como las novelas de Javier Cercas. Me centro en la trama de la partida y poco a poco, peón a peón, como soldados de Salamina, la acción va avanzando, siguiendo un orden, encaminada a un final sorpresivo. Yo no juego a sorprender todo el rato, como hace Alberto en cada jugada, como hace Vila-Matas en cada página.
Alberto sube y baja las torres, alocadamente, y está siempre enrocándose, como las novelas de Vila-Matas. 
Incluso, a veces, cuando le digo que es su turno y que por qué no mueve ficha, el tío me responde, como si fuera un personaje de Herman Melville: "Preferiría no hacerlo". Y se levanta y se va, dejando la partida a medias. Eso suele ocurrir cuando le da un gran sorbo a su taza y se intoxica de Vila-Matas y su tema favorito, la literatura del no. En su obra Bartleby y compañía, Vila-Matas reflexiona sobre los escritores que repentinamente dejan de escribir (Rimbaud, Rulfo, Salinger...), a lo mejor porque simplemente preferirían no hacerlo, como Bartleby, aquel extraño escribiente que se resistía a abandonar su oficina.
Unas veces yo muevo las piezas a la velocidad de la luz y otras mis movimientos se remansan y se demoran en la anatomía de un instante, de ese instante crucial en que la partida está próxima a decidirse. Como Javier Cercas en su premio nacional de narrativa, yo analizo a fondo la situación, me planteo preguntas, escudriño el careto de mi oponente, calibro sus intenciones, mido todos los posibles movimientos, estudio mis contraataques y, cuando menos se lo espera, ¡zas!, jaque mate. Así de simple.
¿Que no? Mira la foto de la última partida:




Así que mientras Alberto friega los trastos de la cocina, yo me tumbo a saborear mi victoria. Con un libro de Vila-Matas entre las manos, por supuesto.

3 comentarios:

  1. Haber cuando escribes el articulo de El Guardián entre el centeno. Que nos has dejado a todos intrigados!

    Un Saludo, la 2º Campeona del concurso de poemas. =D

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  2. Yo también tengo la taza de Javier Cercas y mola, sobre todo su pequeña historieta.

    Por cierto, me dió un vuelco al estómago cuando leí Herman Melville, estoy de Ishamel y Ahab hasta la coronilla.

    Un saludo!

    PD: Soy Pedro, el chico de In Albis, Anfitrión.

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  3. ¡Pirgo, capullo, queremos un hijo tuyo!
    Como siempre, genial, divertidísimo.

    Un saludo, Pedro.

    Léete Bartleby, de Melville. Te gustará.

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