miércoles, 6 de abril de 2011

¡Que Nerea se desnuda!

El día que conocí a Nerea puede que fuese un miércoles santo. Me recogió en la puerta del hotel Macarena con su viejo Panda y enseguida me quiso llevar a una biblioteca, porque quería conseguir un libro de Pío Moa. Yo la miré de reojo, con una punta o mohín de extrañeza.
Luego fuimos al parque del Alamillo. Era la típica mañana primaveral en Sevilla: un sol cabrón te llagaba la piel. Así que nos sentamos en una terraza. Creo que pedí dos o tres cervezas del tirón y ella se pidió una botellita de agua. Volví a mirarla de reojo esta vez con una mueca de espanto.
¿Agua y Pío Moa? ¿Existe una combinación peor? Inevitablemente empecé a imaginármela con una botella de fanta de naranja y César Vidal. O un bitter kas y Sánchez Dragó. O un trina y Jiménez Losantos. ¡Ahhh!
 Mientras tanto, ella me hablaba de la novela que estaba a punto de terminar.
Yo, en cambio, solo miraba su pelo negro y sus grandes ojos. Recuerdo que recordé aquellos versos de Neruda:

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua. 


 Ella seguía a lo suyo, con su agua con gas y su libro. Para mis adentros vaticiné que a base de Pío Moa y botellitas de agua esa novela no llegaría a ningún lado. Tres meses después, El país de las mariposas, su primera novela, recibía el premio Ateneo Joven de Sevilla. Fue el Ateneo Joven que más libros ha vendido en la historia del premio y la primera vez que el Ateneo Joven vende más que el Ateneo "grande".
Desde ese día hasta hoy han pasado ya ocho años y esta escritora de espíritu volátil no ha dejado de demostrar lo que tengo de pésimo adivino. Tres novelas históricas (El país de las mariposas, Ars Mágica y El elefante de marfil) traducidas a varios idiomas, un libro de relatos, otro infantil y decenas de artículos diseminados por la prensa demuestran que Nerea Riesco no es solo una escritora excepcional sino una curranta infatigable de las letras. Feliz o desdichada, ella nunca para de trabajar.
Parece seguir aquello otro de Neruda:

yo trabajo y trabajo,
debo substituir
tantos olvidos,
llenar de pan las tinieblas,
fundar otra vez la esperanza.


Para llenar de pan las tinieblas acabó Desnuda y en lo oscuro, que no es solo un poemario erótico, sino, a su modo, su última novela histórica, de un historia reciente, digamos, y de corte netamente autobiográfico. En la presentación del libro el pasado mes dijo que ella se camuflaba tras sus personajes cuando escribía novela histórica y que, por contra, se había desnudado (algo así como quitarse el bikini en mitad de una playa abarrotada, dijo) en este inesperado poemario.
Nerea, al modo petrarquista, se ha parado a contemplar su estado, y le han salido estos poemas fuertes, musculosos de pasión, salivosos de deseo, donde la carne que siempre tienta con sus dulces racimos se desborda por cada verso.
El primer poema del libro es un haiku que anuncia el tono que va a marcar el resto del poemario:

senda translúcida
de mi vientre a mi pecho
traza tu lengua

O más adelante:

El placer vigila

El placer vigila
en la frontera de la piel que habito
aplaca su hambre devorándome las entrañas
bebiendo mi corazón
haciéndose grande y fuerte.
No tiene miedo y
-para que no huya-
ha quemado las naves
y todo se llenó de humo
y ya no veo
y tengo sed
y calor
y busco la paz
avanzando a tientas por mi vientre
refugiándome en la piel rosada y sedosa
sondeando el húmedo pasadizo
que me empuja a imaginar tus dedos
hurgando en mis esencias encendidas.


Después, cuando la pasión ya se hace irrefragable, los versos se tornan menos retóricos y pierden sensualidad, así que se convierten ya en otra cosa, algo entre lo salaz e incluso lo verriondo. Huelga decir que es mi parte favorita:

Deliro noche y día
quiero que te entrometas en mí
en mis ojos
mis oídos
mi nariz
mi boca. 

Soy tuya.


Claro que no todo iba a ser gemidos a la luna, pan caliente y dama amada tras la balada. El galán que tanto lucía palmito en la primera parte del poemario, "Desnuda", ya no está en la segunda, "En lo oscuro", provocando la dolorosa expulsión del paraíso de la carne:

y brotó de mis ojos un llanto arcaico
como de pena de siglos

Se impone la melancolía y el cuerpo amado presentísimo es ahora una evocación, pero una evocación donde aún palpita el erotismo:

Lo que recuerdo
es el mes de diciembre
las hojas desmayadas fermentándose en el légamo
(...)
y el calor de la vida
inundando el hueco de mi boca.

  Ya no hay unión sino desunión y el consuelo de la carne en soledad es en verdad un desconsuelo:

plena de almíbar
la soledad vacía 
entre mis piernas 

Da la impresión de que Nerea ha escrito el poemario como quien se arranca la "púa incandescente" de la que hablaba Aleixandre. Dicen que Alberti escribió su libro Sobre los ángeles transido de emoción, preso de una inspiración arrebatadora que le llevaba a escribir en cualquier momento (a las tres de la mañana, por ejemplo) y en cualquier lugar (escribía sobre unas sábanas blancas), poseído, enajenado, medio tarumba, vamos. Uno imagina a Nerea así, escribiendo en bragas, con una botella de Jack Daniels al lado, en las largas noches de verano, desaguando su dolor con cada palabra escrita.
Volví a verla no hace mucho y venía fantástica, tan jovial, dicharachera y así de escotada.


Por supuestísimo que yo siempre miraba sus hermosos ojos y nunca bajé la mirada.

Ya no es la chica que bebía agua y leía a Pío Moa. Da gusto ahora verla beber varias pintas de Guinnes mientras no para de hablar de las rubáiyatas de Félix Grande y de su próxima novela.
Aunque no sé qué es mejor, porque ella nunca lleva dinero encima y siempre me toca a mí aflojar la mosca. Y una Guinnes vale cinco veces más que una botella de agua.
Claro que ella también vale ahora cinco veces más que antes.

8 comentarios:

  1. ¡Galván, ahí está el demonio!

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  2. suscribo lo del señor de arriba.

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  3. Sucribo lo suscrito (lo podría poner en latín, pero sería un latín correcto y nadie lo entendería)

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  4. Y yo, cmo no s´encriví, solo suvrayo...

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  5. ¡Qué buena memoria, querido León!
    ¿Recuerdas también a Trencita? ¿A Ana Botella? ¿A Cuchipárpara? ¿A ”Góngorra”?¿La sonata de otoño? ¿El contador de olas de mar? ¿El “sube para arriba, cuñao, y que te pongan una copa”? ¿El concierto de Haydn (que aún se revuelve en su tumba ante el desprecio)? ¿La velocidad de las partículas? ¿El 0’0? ¿Lo verde que era mi valle (aunque no tanto como tus ojos)? ¿El concurso de mates “Rudy, Rudy, Rudy”? ¿Las patatas chip y “cómete el sándwich de atún que para eso te lo he comprado”?

    Sí… sí que te acuerdas… León. Tú y tu memoria privilegiada. Y entonces me pregunto: ¿por qué lo que destacas es lo de Pío Moa?

    Galán… quiero decir: Galván… ¡Valóralo!

    Siempre suya: Emma

    P.D.- Pablo… ya hablaremos tú y yo. Tengo previsto pincharte el traste con el tridente en cuanto te vea.

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  6. Y León, ¿dónde dejamos el ubi sunt? Anda, ponte un ajedrez que te va a tocar el fregao, pero a base de salivazo.
    PD: ¡Qué fregao, madre, qué fregao!

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  7. Menuda 'guerra de memorias'.

    Que no se te olvide que tú eres al menos cinco veces mayor que cuando ibas en busca de Galván Padre a pedirle veinte duritos para las 'maquinitas'.

    Besos a Nerea y que siga bebiendo Guinnes.

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  8. No te fies de l@s escritores-as, si no te lo dan a la entrada te lo dan a la salida. Mira Arturo Perez Reverte. Un saludo

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